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"No se aflija mi subteniente, cuero noma e'"

  • Foto del escritor: Franco Medina
    Franco Medina
  • 3 abr 2023
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 2 abr 2024





Como todas las mañanas y por ser alumno de cuarto año del colegio Militar de la Nación, Ernesto Peluffo y sus compañeros se levantaron más temprano que los demás para hacer el diana del resto de la compañía. Pero ese viernes 2 de abril de 1982 Ernesto escuchó por radio sobre la recuperación de las Malvinas (Operación Rosario), entonces rápidamente avisó sobre la situación al Teniente Primero que estaba a cargo y después levantaron a la compañía en pijama y con pantuflas.


A los 7 días egresó como subteniente de comisión, sin haber sido confirmado en el grado y le tocó ir al Regimiento de Infantería 12 en Mercedes, Corrientes.


En ese momento, ante una posible contraofensiva de los británicos, los militares mandaron muchas tropas a las islas. Ernesto y su regimiento cruzaron a Malvinas el 25 de abril, pero todavía no sabían si iban a entrar en combate porque estaban las negociaciones diplomáticas y políticas, hasta que el 1 de mayo los británicos atacaron Malvinas. “Yo participé en el combate de Darwin el 28 de mayo de 1982 y fui herido en la cabeza y en la pierna en un combate diurno contra el segundo batallón de paracaidistas reales”, explica Ernesto.


Foto: Ernesto Peluffo


En el combate de Darwin, las tropas inglesas eran profesionales con un alto grado de entrenamiento, que estuvieron en tierra menos de una semana atrás del enfrentamiento, las dificultades del clima no los habían afectado tanto. Mientras que los soldados argentinos llevaban casi un mes en las islas en condiciones desfavorables, no solo en armamento, sino también en supervivencia. Por ejemplo, a la compañía de Ernesto nunca les llevaron el armamento portátil, los carros aguateros, ni las cocinas de campañas, entre otros elementos vitales.


Ernesto, ¿Cómo fue la situación en la que te hirieron?


A mi me hirieron el 28 de mayo a la mañana, estábamos ocupando las posiciones de defensa, en trincheras o pozos de zorro le dicen, en la altura del cerro Darwin.

Fue un combate diurno entre las 8 y 12.30, aproximadamente. Nos enfrentamos con el segundo batallón de paracaidistas reales que acercaron posiciones con mucho fuego de armas automáticas, morteros y misiles. Incluso tenían el apoyo de una fragata que estaba en el mar, sobre el estrecho de San Carlos.


Esa mañana yo estaba combatiendo fuera del pozo, detrás de unos parapetos con mi fusil FAL y el soldado Orellana del regimiento 25 con un FAP automático pesado, hasta que una granada de mortero nos cae en proximidades a mi derecha, cerca de Orellana, él recibe la mayor cantidad de esquirlas y a mi me pega una en la pantorrilla izquierda. Ahí nos arrastramos y nos metemos al pozo, como Orellana estaba herido yo tomo su FAP, sigo tirando y me pegan un tiro en la cabeza. Pega en el casco, lo perfora y me agarra de refilón el cráneo, la región frontotemporal derecha y me saca una punta de la oreja.


¿Recordás que pasó después de eso o perdiste el conocimiento?


Caigo desplomado dentro del pozo, estaba aturdido, me zumbaban los oídos y un soldado del Regimiento 12 que estaba cargando los cargadores me saca el pasamontañas que tenía debajo del casco, ve la herida y me dice “No se aflija mi subteniente, el cuero noma e’”. Vió que la bala no me había entrado en la cabeza, entonces ahí me vendó, me dio una manta, agua, un par de aspirinas y me quedé ahí durante el resto del combate. Traté de incorporarme pero estaba muy mareado.

Foto: Ernesto Peluffo


¿En qué momento empezaron a ser reducidos por los ingleses?


Cuando los ingleses nos empiezan a intimar la rendición en castellano y en inglés veo que nuestros pozos en el flanco derecho ya están siendo reducidos y nuestros soldados salían con las manos en alto, ahí decidí ordenar alto el fuego y parar el combate. Previamente le pido parte al teniente Estévez que estaba cerca de mi posición y me gritan que está muerto. Ahí se me llenó la cabeza de preguntas, yo tenía 20 años, todavía no había egresado del colegio militar y ¿Qué hago?, sabía que venía el asalto a las posiciones, que es muy confuso, no íbamos a resistir el ataque británico, no íbamos a tener más bajas, ya teníamos varios muertos y muchos heridos que se quejaban y gritaban.


Le ordené a un soldado atar un repasador blanco a un fusil, salimos de las posiciones y bueno, ahí vinieron los ingleses. Yo no podía salir del pozo, un soldado británico me apunta y me dice “¿Do you fine?” (¿Estás bien?) y me pregunta si mi amigo también estaba bien, por Orellana que estaba herido en el pozo conmigo. Ahí me dice “the war is over for you, you go home now” (la guerra se terminó para vos, vas a ir a tu casa ahora).


¿Ahí los tuvieron como prisioneros?


Me pasó la mano, me ayudó a sacar a Orellana y después vino el cacheo violento, patadas, culatazos, órdenes, “shut up”, “don't move”. Estuvimos toda una noche a la intemperie, esa noche rezamos un rosario en un lugar de heridos y prisioneros de guerra y los ingleses fueron respetuosos. Al día siguiente nos evacuaron a San Carlos, donde ellos tenían un hospital de campaña y de ahí a un barco de la Cruz Roja Internacional que se llamaba Uganda, para después llevarnos a Puerto Belgrano.


¿Cómo fue el después de la guerra?


Después de la guerra tardé unos meses en recuperarme. Al tiempo volví al regimiento, continué mi vida militar y llegué hasta coronel, pero el después de Malvinas fue todo un proceso. Durante el gobierno de Alfonsín hubo una desmalvinización importante, no se quería hablar de Malvinas, recién con Menem empezó la malvinización otra vez, los reconocimientos a los veteranos y poco a poco el pueblo argentino fue encarnando otra vez el sentimiento a Malvinas y reconociendo sus soldados. Fijate lo que pasó en el mundial, con la canción, “en Argentina nací, tierra de Diego y Lionel, de los pibes de Malvinas que jamás olvidaré”. Nuestros soldados están en la canción de nuestra gente.


¿Qué te generó escuchar eso?


Mucha emoción, sentí misión cumplida. A mi me costó mucho durante estos 41 años llevar adelante el testimonio de Malvinas, cumplir con la consigna de no olvidar, no olvidar a nuestros caídos y cuando escuché la canción del mundial dije listo, ya está, ya se hizo empatía en los corazones, en la memoria y en el alma de los argentinos. Nuestros soldados de Malvinas viven.


Foto: Ernesto Peluffo


Me dijiste que tenías una cicatriz, hay muchas personas que no quieren tenerla o no pueden verla porque les recuerda el hecho traumático, ¿A vos te pasó esto en algún momento?


No, para mí, mi cicatriz es una condecoración visible. Es el orgullo de haber defendido la soberanía nacional. Como te dije anteriormente, estuve en el ejército hasta coronel y cuando era capitán mi indicativo era “cicatriz”. Era mi nombre clave, todos sabían quien era “cicatriz”.


¿Qué te gustaría decirles a las personas que lean esta entrevista?


Me gustaría decirles que no se olviden de Malvinas, que tomen de los testimonios y transmitan la consigna de no olvidar de generación en generación que las Islas Malvinas son argentinas, son nuestras. De esta forma vamos a mantener viva la memoria de aquellos que ofrendaron su vida por la patria y van a seguir viviendo entre nosotros.


Seguramente algún día nuestros hijos o nuestros nietos, aunque nosotros no estemos nos van a llevar de nuevo a Malvinas.



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